
«Yo quiero vivir en un mundo sin excomulgados. En un mundo en que los seres sean solamente humanos. Quiero que la gran mayoría, la única mayoría -todos- puedan hablar, leer, escuchar, florecer. No entendí nunca la lucha, sino para que esta termine. No entendí nunca el rigor, sino para que el rigor no exista. Lucho por esa bondad ubicua, extensa, inexhaustible. De todo lo vivido, me queda una fe absoluta en el destino humano. Una convicción cada vez más consciente de que nos acercamos a una gran ternura. Sé que existe el peligro...
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