
Extraño la Cruz del Sur cuando la sed me hace alzar la cabeza para beber tu vino negro medianoche. Y extraño las esquinas con almacenes dormilones donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire. Comprender que eso está siempre allá como un bolsillo donde a cada rato la mano busca una moneda el cortapluma el peine la mano infatigable de una oscura memoria que recuenta sus muertos. La Cruz del Sur el mate amargo. Y las voces de amigos usándose con otros.
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